viernes, 29 de febrero de 2008

Una tercera aproximación a las fuentes

Por: Fabiana Godoy Di Pace

El trabajo periodístico puede partir de dos caminos: el empírico o el racional. Es decir, puede tratarse de un periodista testigo, que estuvo allí, en el lugar de los hechos y utilizó sus cinco sentidos para captar y registrar la realidad –por vía del “sentir”- ; o puede basarse en documentos y testimonios de otros.
Aquí está el punto de la cuestión que nos trae hoy: cuando las fuentes son los enunciados de “otros”, tiene lugar un valor tan preciado y difícil de utilizar: la confianza. Porque a la documentación escrita y sellada suele ser más fácil creerle. Aunque, como dice un conocido refrán: “un buen periodista no confía ni en su madre”. El camino entonces ¿cuál es?
Ahora bien, hablemos de la confianza, que es a la vez, para el periodista, un pilar, una necesidad, una entrega. Muchas veces no queda otra que apoyarse –literalmente- en el discurso del otro, conocido o desconocido, esporádico o habitual.
La confianza es una experiencia que debe vivirse primero con uno mismo. Porque al creer en uno se abren los ojos y se está atento a los indicios que comunican inconscientemente los demás.
A veces no hay tiempo, es cierto. Pero esta habilidad se va desarrollando con la vida, a la par de aprender a pensar, elegir, adaptarnos y decidir. En la práctica cotidiana se va construyendo. Y con ello, se arman lazos, relaciones en las cuales nos involucramos: fuentes de segunda, tercera o cuarta mano que nos ayudan a consolidar nuestra creencia en el otro, en “ese” otro que algo nos está dando.
No hay que mostrarnos tampoco demasiado seguros de nosotros mismos. Incluso, hay que saber dudar de nosotros, desarrollar esa capacidad de auto-observación, introspección mediante, que sumada a la honestidad –ante todo- nos permite que nos conectemos con alguna verdad.
Siempre hay verdades, por todas partes, dispuestas a develarse.
Caer en la arrogancia, la soberbia y la altanería nos ciega, nos da un poder falso. Jactarse es carecer de algo sin saberlo, sin ser conciente de aquella carencia.
Confiar, por el contrario, implica una humilde actitud de certeza provisoria –lo que en términos de Popper se trataría de una verdad a ser refutada en algún futuro.
Tener conciencia de lo que pasa adentro y afuera de nuestro alrededor -ni más ni menos- requiere de la confianza. De lo contrario las fuentes humanas no existirían, ni los lazos sociales tampoco. El camino entonces es la duda, con los ojos abiertos.

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