Por: Fabiana Godoy Di Pace
Ahora bien, aprendimos a estar atentos y a dudar de los intereses de las fuentes. Negociamos, pactamos y compramos esa verdad a punto de ser publicada.
Pero, antes de eso debemos aceptar que las necesitamos porque los medios existen gracias a la nueva información. Entonces, el paso siguiente es pensar cómo las conquistamos.
Luego de conocerlas, de haber aceptado el reto de confiar ateniéndonos a las consecuencias y de haber medido los alcances de esa revelación, nos acercamos a ellas. Les daremos algo a cambio, esa es nuestra moneda de cambio: la posibilidad de dar su granito de arena en la construcción de una nueva realidad social, de hacer pública su opinión acerca de un fenómeno, de aparecer públicamente su punto de vista como verdad legitimada (porque claro, los medios legitiman las aseveraciones que se brindan en ellos).
No nos estamos refiriendo a fuentes documentales que requieren de otros tipos de chequeos sino que hablamos aquí de personas poseedoras de “los” datos. Esta operación requiere de un gran conocimiento humano. Algunas piden exclusividad, se creen propietarias de la “luz” y exigen fidelidad para conseguir el estrellato. Otras piden quedar en el anonimato de una ventisca de voz en off.
El punto es, reitero, que con esa información se construye el consenso acerca de un conflicto y su hipotética solución. Los agentes que intervienen en él instalan en la agenda –vía periodismo- temas que deben ser pensados tal y como ellos pretenden. Está en el periodista advertir para qué equipo está jugando y reconocer que siempre va a ser usado. Y sabe que para seducir a la fuente lo que tiene para darle es mucho: un lugar en el ágora publica de intercambios discursivos. Por eso la información no se da gratis, entonces, no sintamos que la fuente nos está haciendo “un favor”, ni nos humillemos para conseguir sus informaciones. El periodista tiene mucho para dar: la legitimación en los medios de sus verdades.
En el juego de la seducción y venta de información queda una resignación: el periodista “come” de los datos, los necesita, los reclama. Por eso debe trabajar con lo que está a su alcance y soportar ser sólo un vehículo de otros. Claro que él va a ser el constructor de esa opinión pública, pero sabiendo que es sólo un instrumento de alguna ideología para la cual está, de alguna manera, jugando.
El peligro es cuando el periodista no tiene esa autoconciencia y metarreflexión sobre sus dichos. Los discursos construyen realidades y sujetos. La verdad también es una construcción y no es mónada.
Cuando se construyó, por ejemplo, en Argentina, el consenso acerca de la ineficiencia estatal y los beneficios de la privatización, había periodistas que escribían sobre ello creyéndose neutrales. Y la objetividad no existe. Es un mito, como el desinterés de la fuente.
Ahora bien, hay que seducir y obtener de ella lo que se pueda ¿Callar? A veces. ¿Publicar? Cuando sentimos que estamos dando un servicio, pero siempre con autoconciencia de quienes serán los beneficiarios y los perjudicados.
sábado, 23 de febrero de 2008
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