Santurain no se considera periodista. Estudió Letras, fue docente y luego terminó trabajando en los medios. Empezó a trabajar en un diario y a cerrar noticias a los 50 años. Fue en la publicación comunista Sur. Recuerda que en su primer trabajo hacía aforismos con sus compañeros de trabajo y se divertían mucho. Hacía críticas antes de ser capaz de escribir. “Ahora ¿Quién pone la guita? Milicos, curia… no se sabe”, afirma. Sin embargo, declara que con los hijos de puta. Ni con Grondona ni con los milicos va. En Editorial Atlántida no está.
“Lo primero que uno hace es lo último que tiene que hacer”, comenta paradójicamente. Luego entró a Página 12, “no para reemplazar a Soriano” sino para trabajar como un “pasante veterano”.
Filósofo de la vida, Santurain nos regaló su sabiduría acerca del crecimiento humano, la madurez y el por qué de nuestra existencia: “Durante el período de formación uno se identifica con lo que cree porque no ha hecho nada, no ha vivido aún. Uno es lo que dice y piensa. Y está bien que sea así. Pero es en la confrontación con el otro, en la experiencia donde se determina uno. Lo que te define es tu laburo, el cómo te ganás la vida. Sos lo que hacés”.
Sobre la lectura, también brindó sus reflexiones: “Nadie lee un puto libro en este país. De tantas cosas que no se hacen, una de ellas es leer. Se parte de cero. Se debe explicar quien es Cortazar”.
La experiencia de lectura es solitaria y silenciosa a diferencia de nuestras actividades cotidianas siempre acompañadas de estímulos y sonido. La lectura exige alto grado de concentración. Requiere tiempo, silencio y concentración: cosas que no hay.
Concordamos con él cuando señala que si los padres no leen ¿por qué habrían de leer los niños? “No lo necesitan. Se dejó de escribir cuando apareció el teléfono. Se dejó de leer cuando apareció la televisión. Antes la crónica era detallada, se necesitaba el diario para saber el comentario del partido. Ahora todo cambió. Es otra cultura.
“Ya no se necesita leer. Es un hábito que ya no se necesita, como ir al cine, que desapareció con la TV”, señala. Sin embargo, luego se contradice: “nada substituye a nada, todos conviven y se reacomodan después”
Quise brindarle a Santurain una hipótesis acerca del por qué de esta carencia de lectura: el sistema educativo está en crisis, es obsoleto. Porque antes la escuela tenía el monopolio del saber y ahora lo tiene Internet. Que hay una vuelta a la oralidad… pero el periodista se encrispó. “¡Basta de diagnósticos e investigaciones! Eso es un síntoma de que todo está mal. Sobran las interpretaciones”
Los motivos por los cuales se lee menos son desconocidos, aunque uno de ellos podría ser la competencia de la televisión. Pero a veces el vacío se llena de explicaciones, y nos faltan los por qués. Estamos de acuerdo en que nos encontramos en un momento en que no se entiende lo que pasa. Pero ¿Qué tiene de malo intentar explicar?
Alguien señaló el fenómeno de Harry Potter, que supera índices de venta y pone en duda la crisis de la lectura… fuera de la escuela. Entonces el escritor agrega que el problema son los profesores embalsamados que no transmiten el placer y el gusto por la lectura. “Se aprendió a disfrutar afuera de la escuela”
¿Cual es la receta? No lo sabe. Pero aconseja que lo primero es el contacto con el texto. “¡Basta de teoría! La experiencia de lectura no es eso sino el “cómo sigue”, el “qué pasa”, el “cómo es”…”, explica indignado. Le conté que desde los postítulos y algunos talleres literarios enseñan a Barthes y la “cocina de la escritura”, Santurain se puso verde… “¡Basta!
En cuanto a su manera de elegir libros, que compra usados, cuenta que ama encontrarse con la absoluta libertad de leer hasta donde le plazca sin necesidad de terminarlos (al igual que hacía Borges). Sin culpa porque hay un tiempo para cada libro y cada encuentro es único. “Hay un tiempo para el whisky, de niño no lo había”, sentencia. Y se lee lo que se escribe bien, lo esquemático es monótono y aburre.
Se considera hedónico. Ama la sensación de infinitud al buscar un libro. Siente que es como entrar en una selva. Todo esto quebrando la lógica estudiantil de “leer lo que nos mandan” a la cual estamos tan acostumbrados y nos generó tanta dependencia… Pero “todos empezamos con la emulación, y está bien”.
Con la literatura uno conoce gente más inteligente, sueña, cambia y percibe matices. Y sale este filósofo de la vida nuevamente: “no hay que suponer que la gente es diferente, somos todos iguales, con torpezas, capacidades y necesidades”
Gracias Santurain.
sábado, 1 de diciembre de 2007
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