Entrevista a Juan Saturain
“No soy periodista. He trabajado mucho en los medios, pero nunca he tenido vocación periodística”, se define el escritor Juan Sasturain. “Siempre quise escribir y, en este país, si uno quiere ganarse la vida haciendo lo que le gusta y más o menos sabe hacer hay que trabajar en los medios gráficos”, explicó en una charla en la Universidad de Buenos Aires.
Es cierto que este “no-periodista” trabajó casi toda su vida en los más diversos diarios y revistas, pero donde se siente cómodo es en el campo de la literatura, aunque no en las grandes ligas, sino en esa otra zona negada por las academias: los géneros menores, las literaturas marginales, la historieta y el humorismo.
“Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa y Alejandro Dolina son escritores que, como yo, llegaron al libro como a un lugar de paso. Entramos y salimos todo el tiempo, pero somos impensables fuera de los medios”, dijo Sasturain al tratar de explicar sus elecciones laborales: “Cuando uno tiene veintipico de años, uno es lo que piensa y lo que dice. Uno se identifica con lo que cree, porque no ha hecho nada, todavía no ha vivido. Después hay un paulatino traslado del campo de la formulación ideológica a la experiencia. Finalmente, el trabajo es lo que te define. Sos lo que hacés. Para los burgueses como nosotros, la cosa es fácil, porque tenemos opciones. Hay gente que no tiene ninguna y ni siquiera está en condiciones de plantearse el juntar lo que creen, lo que quieren y lo que hacen. Nosotros, los privilegiados, tenemos esa opción.”
“Recién empecé a trabajar adentro de un diario hace diez años. Aunque fui colaborador de Página/12 desde que empezó, recién hace 10 años, un poco para sustituir al gordo Soriano, me incorporaron. Fui como un ‘jubilado-pasante’, porque tuve que aprender a cerrar a los 50 años”, ironizó Juan Sasturain. Su carrera en los medios comenzó como crítico de literatura en los suplementos culturales de Clarín, dirigido por Osvaldo Bayer, y La Opinión, comandado por el poeta Juan Gelman, aunque, según dijo, “no hay que idealizar aquellos suplementos”. “Los que venimos de la literatura tenemos un camino paradójico: empezamos al revés. Cuando uno no tiene nada de experiencia, te dan un libro para que lo comentes. Uno no tiene la más puta idea de cómo se escribe, pero hace crítica”, se rió.
Para el escritor, no todo tiempo pasado fue mejor. Aquellos suplementos no difieren de los actuales, pero la perspectiva y el tiempo los agiganta. “Con respecto a los medios masivos, hay algunos mecanismos de crítica cultural que son bastante evidentes. Aquello que en su momento se desprecia, con los años se reivindica. Los mismos sectores culturales que hoy alaban a Sandro, a Pepe Biondi, a Alberto Olmedo o al Chavo, en aquella época, te vomitaban al lado. ¡Las huevadas que se han escrito desde el buen sentido!”
Aunque lleva 37 años en los medios, Ver para Leer es el programa de televisión que lo catapultó a la vida pública. Por su gran repercusión, lo invitaron a ser “tapa” de la revista Gente, pero, corte de manga incluido, el escritor dijo que no: “Minga. Algún gusto hay que darse. Son los límites ideológicos de la crítica cultural.”
Este año Sasturain rompió sus propios límites. Se convirtió en el protagonista de un programa de televisión sobre literatura para nada habitual. Lejos de la planta, el busto y la mesa, propuso un formato desacartonado para disfrutar y difundir el mundo de los libros. El ciclo, que combina elementos de ficción con la divulgación literaria, no es para especialista: “Me han pegado fuerte. Los que dicen que el programa no es más que un montón de chistes y que, sólo a veces, hablamos de libros, tienen razón. Damos Kafka en 10 segundos. Pero también es cierto que no se pretende otra cosa. Es solamente una introducción, una especie de vacuna contra la fobia a los libros—insistió el escritor— El programa está dirigido a aquel que no lee: más de la mitad de nuestro público viene de Gran Hermano y se queda mirando.”
Cada episodio de Ver para Leer comienza con un problema que Juan —el personaje que interpreta Sasturain— debe resolver: su hija cumple años y no sabe qué regalarle, un amigo le toca el timbre porque lo abandonó su mujer, lo invitan a dar una charla en el sindicato de bañeros de Mar del Plata. Frente a estas dificultades, recurre a los libros. En el camino, visita librerías, recomienda lecturas y ofrece datos sobre escritores. “Cuando me contaron la idea, les dije que esa payasada no la hacía ni en pedo, pero acá estoy, vengo de grabar el programa final del año en el que me disfrazo de Papá Noel”, sintetizó.
La primera vez que Sasturain escuchó hablar sobre Ver para Leer fue en el cumpleaños de 15 de su hija Lola. Claudio Villaruel, el director artístico de Telefé, que estaba invitado a la fiesta, le propuso hacer un programa de libros. “El modelo era el de ‘El Show de los Libros’, que conduce el escritor chileno Antonio Skármeta. Habrá sido por la por la asociación de un pelado de anteojitos que sonríe todo el tiempo. Habrán pensado que yo podía hacerlo”, ironizó.
“Nadie lee un puto libro en este país. El mensaje que se transmite en el programa es el placer: la razón por la cual yo leo”, sintetizó Sasturain. “Leo porque me gusta, no porque sea ni obligatorio ni necesario. Se puede vivir sin leer, perfectamente.”
Cualquiera que haya querido enseñar Literatura sabe que la tarea más difícil es decir que esa extraña actividad de buscar sentidos en un texto es una fuente de placer. “Es una experiencia individual, solitaria y silenciosa—intenta Sasturain— No tiene un carajo que ver con el 90 por ciento de las experiencias de la vida. Tienen que decaer todos los otros estímulos y exige un alto grado de concentración. Tendemos a sentirnos más cómodos cuando tenemos la atención dispersa. La experiencia de la lectura no es normal, ni común. No es que los niños no leen. No lee nadie. Pero es porque no se necesita.”
¿Y dónde está el placer? Si no es necesario, si es un esfuerzo ingente, ¿por qué vale la pena? Sasturain lo remite a su experiencia iniciática, en la adolescencia: “En esa primera etapa de la lectura, uno descubre que otros ya pensaron lo mismo que uno, pero mucho mejor; que todas la pelotudeces que uno ha pensado y que creía que sólo le pasaba a uno, ya otro la había formulado. Lo lindo de la literatura es que uno conoce gente más inteligente, que lo enriquece; que le da cosas sin pedirle nada y le abre la cabeza. Uno descubre que el mundo es mucho menos estrecho que las tres o cuatro boludeces que a uno lo retienen. La posibilidad de soñar, de pensar, de cambiar, de percibir los matices en las cosas que uno ve cuadradas y pobres. No hay que tener pudor en transmitir las experiencias personales. Quiero decir qué me pasó a mí cuando leía este libro.”
Además de hacer un programa en el que se discuten estos problemas, Sasturain fue profesor de Literatura y enseñó a leer en las universidades de Buenos Aires y Rosario durante los años setenta. Su experiencia le permite formular algunas opiniones críticas: “El sistema educativo no sirve para nada. Es muy difícil de modificar y quién sabe si se puede. Si a los chicos, para que jueguen al fútbol, los tiene que llevar a una escuela de fútbol es porque está todo como el culo”, se enfureció.
“La aridez de la lectura ya se producía cuando nosotros íbamos al colegio —aventuró el escritor— Mis profesores eran auténticos embalsamadores: mataban todo lo que estuviera vivo. ¿Qué se está transmitiendo? Hoy les tiran a los chicos un aparato teórico excesivo cuando van a agarrar un cuento: que el narrador, que el paratexto y el metatexto. ¿Se han vuelto todos locos? Déjenme de joder. La primera operación es leer y escribir. La teoría nos enferma. Los chicos tienen terror. Hay que elegir bien los textos. La lectura es una gradación de placeres. No podés empezar tomando whisky a los dos años. Eso llega con el tiempo.”
sábado, 1 de diciembre de 2007
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