jueves, 14 de febrero de 2008

El periodismo en la era de las nuevas tecnologías y la globalización

Por Adrián Martínez

La era de las Autopistas de la Información

En febrero de 1993, el Gobierno estadounidense anunció la puesta en marcha del proyecto “Gore”, en honor a su entonces vicepresidente y ahora premio Nobel de la Paz, Albert Gore. Proponía la construcción de “Superhigways” que ayudarían a mejorar, con la implementación de nuevas tecnologías, la calidad de la información. Así nació el sueño de unificación del mundo bajo la forma de una “aldea global”, habitado por “netizens”, ciudadanos interconectados en la Internet.
Desde el primer mundo se fueron creando relatos mitológicos que dieron forma al espacio en que nos toca ejercer el periodismo. Se dice que las nuevas tecnologías de la información van a producir una comunidad internacional intercomunicada y más democrática. En este cuadro, el trabajo de los periodistas parece inevitablemente destinado a los medios de comunicación que habiten Internet, que por su propia naturaleza, brindará una información de mejor calidad.
Sin embargo, este fenómeno, que suele llamarse “globalización”, lejos de ser una forma democratizadora de la ciudadanía mundial, se desarrolló con la lógica del capital financiero: el mundo fue hacia la desregulación y transnacionalización de su estructura económica. Según el sociólogo Armand Mattelart en su libro La mundialización de la comunicación, la globalización tiene como resultado la imposición del modelo de “gestión de empresa” que lleva a cabo “la creación y fomento de competencias a escala mundial” con el fin de maximizar sus beneficios y consolidar sus cuotas de mercado. Este nuevo modelo económico es, en última instancia, el triunfo de la lógica del management y el marketing.
En los medios, la consigna se vive en la lógica propia de los multimedios: la “integración”. “Una empresa global es una estructura orgánica en la que cada parte debe servir a la totalidad”, define Matellart. Así, en la producción de información, esto se traduce en la integración de los espacios de diseño, de producción y de comercialización. Según el sociólogo, dos consecuencias se deducen de este modelo: “la implicación plena del empleado, convertido en su propio empresario y marketer, y la promoción del consumidor al rango de “coproductor”.

El trabajo del periodista
Uno de los primeros laboratorios en que esta lógica comenzó a funcionar fue en los diarios estadounidenses. El periodista Erick Klinenber en el artículo “Los periodistas «para todo» del Chicago Tribune” muestra como la entrada a la “aldea global” reformuló las condiciones de trabajo: ahora es el tiempo de la producción de “contenidos”.
Klinenberg afirma que el Tribune redefinió el papel de los redactores a fin de que puedan trabajar en varios medios a la vez: “A partir de ahora, un periodista puede escribir un artículo para la edición de tarde, aparecer en la pantalla para tratar el mismo acontecimiento y dar consistencia a la información con los especialistas de Internet, sugiriéndoles relaciones con otros sitios o acontecimientos. Estas prácticas mantienen los costos en un nivel bajo y aumentan el rendimiento del proceso de producción. Pero absorben una parte del tiempo que los periodistas consagraban a sus investigaciones, al reclamar de ellos a la vez nuevas aptitudes profesionales (por ejemplo, ser “telegénico”) y una escritura mediática adaptable a cualquier tipo de soporte”.
En Argentina, la introducción masiva de Internet por parte de las empresas periodísticas se produjo en un contexto laboral signado por una fuerte desocupación y precarización. Por esta razón, Glenn Postolski y Daniel Rodríguez, integrantes del Observatorio de Medios de la Utpba, señalaron en su artículo “Periodismo digital y precarizado” que en el trabajo on line se naturaliza la figura del "periodista polivalente", al que se le impone la realización de la nota, redactar, editar, sacar las fotos, pensar su funcionalidad en el portal y también asumir funciones de diseño. “A esta multiplicidad de tareas se le suman funciones que surgen de la modalidad on line como contestar mails de lectores y redactar comunicaciones para banners y promociones. Esto generó una presión laboral centrada en la necesidad de la multiplicación de material. De esta manera las formas de precarización asumieron otras vertientes. La lógica comercial hizo primar la cantidad por sobre la calidad periodística.”
Desde el campo periodístico, las miradas sobre la incorporación de nuevas tecnologías se dividen entre los que ven el fin inminente del oficio de escribir lo que pasa y los que proponen la adaptación a las nuevas circunstancias. El periodista Gustavo Sierra, especializado en temas internacionales y corresponsal de guerra de Clarín, sintetizó en la Maestría en Periodismo de la Universidad de Buenos Aires: “El periodismo ya no existe. La forma de trabajo que se conocía hasta ahora, el modo en que lo ejercimos, está desapareciendo.” Para Sierra, la concentración de medios hace que los periodistas deban trabajar en dos o tres empresas a la vez, porque los sueldos son muy malos y las perspectivas y posibilidades de desarrollo, peores.
Desde su punto de vista, la solución del problema debe nacer de los profesionales y pone en juego su capacidad de adaptación. Cada trabajador es su propia empresa y, lejos de dedicarse a un solo texto, debe plantearse su oficio en la producción de “contenidos” que puedan ser traducidos a varios soportes multimedia: “Hay que buscar proyectos personales, producir contenidos con el fin de volcarlos en diferentes tipos de soportes, pero, sobre todo, hay que estudiar el desarrollo comercial de esos productos: saber cómo vendérselos a alguien”, sintetizó.
Por último, nada indica que la nueva estructura económica mundial genere, por sí misma, información mejor y más democrática. De la misma manera, al menos en nuestro país, la calidad del periodismo depende más de las condiciones de trabajo que de las tecnologías.

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