El escenario mundial ha cambiado. Eso es cierto. La globalización y las nuevas tecnologías han producido transformaciones sociales, económicas y políticas. Desde las Ciencias Sociales se habla de la desaparición del Estado. Los flujos financieros impiden hablar ya de economías nacionales. Las migraciones en masa y los intercambios culturales nos llevan a recordar con nostalgia identidades consideradas autóctonas.
El periodismo no ha quedado atrás. Como afirma Gustavo Sierra en la conferencia que brindó el viernes pasado a alumnos de postgrado de la UBA, las nuevas tecnologías modificaron la profesión. Se abre un nuevo camino. Pero, –sentencia- no sabe hacia donde.
Por lo pronto, según él, como los viejos periodistas gráficos que no saben inglés, chino, computación ni manejar una cámara son obsoletos: dinosaurios en extinción. Lo que todavía se sigue haciendo en el periodismo hoy no debe ser imitado. El periodista debe ser algo así como un pulpo interconectado a múltiples interfaces de innumerables realidades.
Sin embargo, Sierra hizo una breve alusión a la pauperización salarial y a la sobreexplotación que está en aumento, en una macroeconomía que margina y expulsa a los que no cumplen con las exigencias de la lógica competitiva neoliberal. Estamos en el “sálvese quien pueda”. Y Sierra nos habla de sobreexigirnos para estar “in” como si esta trituradora de carne a la cual estamos sometidos los trabajadores de medios no fuera algo así como un barril sin fondo, que nada la llena. Le damos más productos y nos pide más. Insaciable. Incansable maquinaria a la que estamos sometidos en nuestra cotidianeidad. Pero nunca le alcanza. Pide más. Cuando sepamos chino nos pedirá alemán. Luego de pulir nuestra redacción, nuestra dicción y nuestros conocimientos de PC, vendrá la capacitación en manejo de cámaras y video. Y después, o antes, los códigos de la calle, de las muchas calles, de los ricos, de los pobres. Un comunicador social debe ser todo eso y mucho más. Una pretensión de totalidad que nunca ha de acabar. Porque máquinas no seremos nunca.
Cayó en una depresión el estimado Sierra. Y no es para menos. Terrible posicionamiento discursivo en el que está instalado. Fiel obrero del capital. Ciego cumplidor de las demandas de las industrias culturales que, como él dice, siguen el mismo comportamiento que las industrias. Aunque, claro, ya lo habían dicho los padres fundadores de la Escuela de Frankfurt.
El periodista generalista va a ser reemplazado por las máquinas –señala. Pero luego nos aconseja paradójicamente que elijamos nuestra formación según lo que queramos ser. Y yo quiero ser periodista artista. Y parece que para mí no hay lugar. Solo queda pegarse un tiro. No puedo permitirme este pensar. Considero que hay nichos para todo y que incluso lo que cae en desuso tiene su museo. Y yo quiero trabajar en el museo de los periodistas, aunque pocos me lean. Porque nací para que me lean los del siglo que viene o los marcianos. Soy de barrio y odio la presión. Necesito que me estimulen y me traten bien. Se dirijan a mí con respeto y me pidan por favor para hacer un trabajo. Amo las palmaditas en la espalda y un sueldo digno. No pretendo premios ni estrellatos que te estrellan. En el campo también la gente necesita leer lo que escriben los paisanos. Ahora, se abre otra pregunta: ¿Se lee? ¿Quién lee? Claro, pero si yo soy un fosil de la alfabetización iluminista. Ah… Cierto que estamos en una vuelta a la oralidad, la cultura indiciaria, como dice Anibal Ford. Esa es la tendencia ¿Yo quiero seguirla si mi formación me llevó por otros caminos? ¿Debo retroceder?¿Debo cambiar para gustar al otro? ¿Olvidarme de quien soy no es un poco perderme? ¿No es mucho lo que me pide esta adaptación? Denme un hueso, por favor. Ya llegué a mi cuarto de hora. ¿Qué puedo hacer? Sierra aconseja una seudoesquizofrenia: trabajar paralelamente en proyectos personales investigando contenidos que nos gusten mientras laburamos, como hacía Kapucinski (Ryszard Kapuœciñki).
Vio mucha frustración. Y las escuelas de periodismo son para él un engaño: salen miles de chicos diplomados al mercado y… ¡Olvidense! “Al diario no entra nadie! Sentencia a muerte. Así nos sentimos muchos de nosotros que estamos haciendo esta maestría ¿para qué tanto esfuerzo? Joder. Matarse es el mensaje. Como muchos graduados en comunicación que terminan de preceptores o con suerte, de profesores de periodismo ganando miseria.
Ahora… “La ética antes que todo”. Yo me pregunto si los políticos y empresarios, príncipes de Maquiavelo, tienen una pizca de ella. Porque la ley es para los corderos. Nosotros debemos defender el honor mientras trabajamos por nada, nos exigimos todo y nuestra vida se va por el sin fin desfiladero de lo efímero. Cierto que todos estamos metidos en el mismo cambalache y que los ricos también lloran, que no hay culpables ni nombres ni apellidos de los que vulgarmente llamamos “clase dominante” ¿O si?
Gustavo sermonea sobre no ser cínicos ¿Por qué nos lo dice a nosotros?
El periodismo no ha quedado atrás. Como afirma Gustavo Sierra en la conferencia que brindó el viernes pasado a alumnos de postgrado de la UBA, las nuevas tecnologías modificaron la profesión. Se abre un nuevo camino. Pero, –sentencia- no sabe hacia donde.
Por lo pronto, según él, como los viejos periodistas gráficos que no saben inglés, chino, computación ni manejar una cámara son obsoletos: dinosaurios en extinción. Lo que todavía se sigue haciendo en el periodismo hoy no debe ser imitado. El periodista debe ser algo así como un pulpo interconectado a múltiples interfaces de innumerables realidades.
Sin embargo, Sierra hizo una breve alusión a la pauperización salarial y a la sobreexplotación que está en aumento, en una macroeconomía que margina y expulsa a los que no cumplen con las exigencias de la lógica competitiva neoliberal. Estamos en el “sálvese quien pueda”. Y Sierra nos habla de sobreexigirnos para estar “in” como si esta trituradora de carne a la cual estamos sometidos los trabajadores de medios no fuera algo así como un barril sin fondo, que nada la llena. Le damos más productos y nos pide más. Insaciable. Incansable maquinaria a la que estamos sometidos en nuestra cotidianeidad. Pero nunca le alcanza. Pide más. Cuando sepamos chino nos pedirá alemán. Luego de pulir nuestra redacción, nuestra dicción y nuestros conocimientos de PC, vendrá la capacitación en manejo de cámaras y video. Y después, o antes, los códigos de la calle, de las muchas calles, de los ricos, de los pobres. Un comunicador social debe ser todo eso y mucho más. Una pretensión de totalidad que nunca ha de acabar. Porque máquinas no seremos nunca.
Cayó en una depresión el estimado Sierra. Y no es para menos. Terrible posicionamiento discursivo en el que está instalado. Fiel obrero del capital. Ciego cumplidor de las demandas de las industrias culturales que, como él dice, siguen el mismo comportamiento que las industrias. Aunque, claro, ya lo habían dicho los padres fundadores de la Escuela de Frankfurt.
El periodista generalista va a ser reemplazado por las máquinas –señala. Pero luego nos aconseja paradójicamente que elijamos nuestra formación según lo que queramos ser. Y yo quiero ser periodista artista. Y parece que para mí no hay lugar. Solo queda pegarse un tiro. No puedo permitirme este pensar. Considero que hay nichos para todo y que incluso lo que cae en desuso tiene su museo. Y yo quiero trabajar en el museo de los periodistas, aunque pocos me lean. Porque nací para que me lean los del siglo que viene o los marcianos. Soy de barrio y odio la presión. Necesito que me estimulen y me traten bien. Se dirijan a mí con respeto y me pidan por favor para hacer un trabajo. Amo las palmaditas en la espalda y un sueldo digno. No pretendo premios ni estrellatos que te estrellan. En el campo también la gente necesita leer lo que escriben los paisanos. Ahora, se abre otra pregunta: ¿Se lee? ¿Quién lee? Claro, pero si yo soy un fosil de la alfabetización iluminista. Ah… Cierto que estamos en una vuelta a la oralidad, la cultura indiciaria, como dice Anibal Ford. Esa es la tendencia ¿Yo quiero seguirla si mi formación me llevó por otros caminos? ¿Debo retroceder?¿Debo cambiar para gustar al otro? ¿Olvidarme de quien soy no es un poco perderme? ¿No es mucho lo que me pide esta adaptación? Denme un hueso, por favor. Ya llegué a mi cuarto de hora. ¿Qué puedo hacer? Sierra aconseja una seudoesquizofrenia: trabajar paralelamente en proyectos personales investigando contenidos que nos gusten mientras laburamos, como hacía Kapucinski (Ryszard Kapuœciñki).
Vio mucha frustración. Y las escuelas de periodismo son para él un engaño: salen miles de chicos diplomados al mercado y… ¡Olvidense! “Al diario no entra nadie! Sentencia a muerte. Así nos sentimos muchos de nosotros que estamos haciendo esta maestría ¿para qué tanto esfuerzo? Joder. Matarse es el mensaje. Como muchos graduados en comunicación que terminan de preceptores o con suerte, de profesores de periodismo ganando miseria.
Ahora… “La ética antes que todo”. Yo me pregunto si los políticos y empresarios, príncipes de Maquiavelo, tienen una pizca de ella. Porque la ley es para los corderos. Nosotros debemos defender el honor mientras trabajamos por nada, nos exigimos todo y nuestra vida se va por el sin fin desfiladero de lo efímero. Cierto que todos estamos metidos en el mismo cambalache y que los ricos también lloran, que no hay culpables ni nombres ni apellidos de los que vulgarmente llamamos “clase dominante” ¿O si?
Gustavo sermonea sobre no ser cínicos ¿Por qué nos lo dice a nosotros?
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